Los coches llevan ya mucho tiempo entre nosotros. En todo este tiempo, la tecnología empleada en ellos ha cambiado de forma que sean vehículos más seguros y adaptados a las necesidades de los usuarios.
No solo hablamos del aspecto, sino de elementos como las ruedas o el motor, aspectos esenciales para que la experiencia de conducir sea la adecuada.
Dos de estos elementos cruciales en un coche son la suspensión y los amortiguadores, fundamentales porque nos ayudan a sentir las irregularidades de la carretera y, por ejemplo, a garantizar que las llantas se pegan al suelo como deben. Sin embargo, estos dos elementos se suelen confundir, pero no son lo mismo.
La suspensión
La suspensión es un sistema con componentes mecánicos situados en medio del chasis y las llantas. Su misión es absorber las irregularidades de la vía por la que circulamos y hacer que el coche permanezca estable. Junto a los amortiguadores hacen que las ruedas no se despeguen del suelo.
Este sistema se sostiene en el aire a presión que se combina con la fuerza ejercida por las ballestas, junto a la barra estabilizadora y la amortiguación. Se suele pensar que el sistema encargado de la absorción de impactos es el amortiguador, pero no, son los resortes que mantienen la tensión equilibrada.
Los amortiguadores
Son una parte del sistema de suspensión. Controlan la expansión y retracción del resorte. Existen amortiguadores telescópicos que dan más adhesión a la vía, haciendo que la marcha sea más fluida y con menos brusquedades.
La función principal del amortiguador no es exactamente soportar el peso del coche, sino el control del movimiento de los muelles y demás sistema de suspensión. Así, convierte la energía cinética en térmica que se disipa mediante el fluido hidráulico.
Hoy por hoy todos los amortiguadores son hidráulicos y sensibles a la velocidad del coche. A más velocidad de la suspensión, más resistencia genera el amortiguador.
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